viernes, 5 de diciembre de 2014

Ojalá me equivoque


Anoche me asaltó el pensamiento: ojalá los antiabortistas nos equivoquemos. Ojalá que el aborto no sea más que un derecho bien ganado por la mujer. Y los locos somos los que pensamos que una vida humana, por pequeña que sea, ha de ser respetada y...
Ojalá me equivoque.
Porque si no podría pensar que el derecho al que claman esas mujeres es el mismo con el que los ilustrados sureños norteamericanos decían “esto es mío y hago con él lo que quiero”, mientras azotaban a un esclavo. Un esclavo negro.
O violaban a una mujer. Negra.
O separaban a las familias para que no crearan vínculos entre sí. De raza negra.

No, ojalá me equivoque.
Que si no podría pensar que ese derecho es como el de Hitler y tantos contagiados por su sueño, que ellos también se creían dueños de un derecho legítimo, aquel de conquistar a otros pueblos y de deshacerse de la raza maldita, la judía. Porque no podían vivir juntos. Los judíos solo merecían morir. Judíos.

Una parte de mí quiere equivocarse cuando pienso en el aborto. Si no, sería espantoso.

Recuerdo algo que, sin vivirlo, me emociona: prácticamente toda la población femenina en edad fértil (o no muy lejana a ella, por arriba y por abajo) fue violada por los soldados del ejército rojo en su camino hacia Berlín. Porque esos soldados lo habían pasado mal, porque los alemanes antes habían arrasado con Rusia, habían matado a tantos... El ejército rojo estaba en su derecho. Ningún otro combatiente perdió tantas vidas en la guerra. Era su derecho, derecho de venganza, derecho para liberar sus miedos, derecho para anteponer el equilibrio mental al bien y al mal. Los soldados estaban en el frente, habían sufrido lo indecible.
Las mujeres alemanas solo podían servir para una cosa. Mujeres.

Yo seré un fanático, un tonto que piensa que nadie puede/debe/debería quitarle la vida a un bebé. O a un nonato o como quieran llamarlo. Ojalá tengan razón. Quiero ser un fanático y un tonto. No quiero tener razón.
Feto, bebé-en-vientre, hombre-que-es-y-será. Negro, judío, mujer. 

¿Y si la tuviera?
Entonces sería como aquellos soldados holandeses que, en Srebrenica, miraron hacia otro lado mientras asesinaban a todos los varones del pueblo. Hombres, jóvenes.
Niños.
Las mujeres y las niñas fueron violadas. Sin que nadie las defendiera.

Ojalá, ojalá me equivoque. Y si no, ya que no puedo cambiar las leyes de este tiempo, por lo menos que pueda compartir en algo el dolor de cada uno de esos seres humanos. Y así que no se vayan tan solos.
Porque algo de su soledad queda conmigo. Y eso me hace un loco.
Y un bendito.