domingo, 4 de septiembre de 2011

Crónica del periodista del mundo Fernando Lázaro sobre las manifestaciones anti-papa de sol

Cuando tengo que ocuparme de informar sobre manifestaciones acudo con mucha antelación para empaparme del ambiente. El miércoles no fue una excepción. Cogí el Metro. Y vi un Metro tomado por jóvenes, muy jóvenes. Y vi un ambiente festivo, desde Cibeles hasta Sol. Madrid era peregrino y multicolor. Pasé por el Kilómetro 0 y vi una plaza repleta de peregrinos-turistas. Y me acerqué hasta Tirso de Molina, lugar de donde arrancaba la manifestación laica, anti Papa y, por lo que se vio, anti peregrinos.

Inicialmente el despliegue policial era discreto, quizá demasiado. Apenas una veintena de agentes de las Unidades de Intervención Policial acompañaba a la cabecera de la manifestación. Y, como era de esperar, el punto caliente fue Sol, con la llegada de los manifestantes al cruce con la calle Carretas. La Policía había abierto un pasillo de anchura suficiente para que la manifestación atravesara la zona. Fue allí donde los más radicales de la manifestación y los peregrinos cruzaron gritos: El «pederastas», «nazis» e «hijos de puta» era contestado por los pocos jóvenes que había en la zona con gritos a favor del Papa. Que nadie me lo cuenta, que yo estaba allí.

La Policía puso un leve cordón de separación en esa esquina, pero poco más. Y los manifestantes iban ganando metros. Su intención era clara. Los más radicales querían tomar la plaza. «Esta es nuestra plaza» y gritos de «fuera, fuera; menos rezar y más follar». El tono fue adquiriendo un aire amenazador tremendo. Las caras de los radicales estaban completamente desencajadas, fuera de sí. Había a quien la vena del cuello ya no se le podía agrandar más. Llevo más de 20 años haciendo información sobre seguridad y terrorismo, pero hacía muchos años que no veía tanta inyección de sangre en ojos de manifestantes. No eran todos, ni mucho menos, pero algunos daban miedo. Muchos estaban fuera de sí. «Os vamos a quemar como en el 36», gritaban a los jóvenes de la JMJ. Que nadie me lo cuenta, que yo estaba allí.

En el esquinazo de la polémica no había más de un centenar de peregrinos. No era para nada una contramanifestación. No ocupaban la zona por la que tenía que atravesar la marcha laica. Esos peregrinos eran extranjeros. Allí había italianos, belgas, australianos, franceses, italianos, egipcios… Y algún español, sobre todo voluntarios. La media de edad, menos de 18 años. Que nadie me lo cuenta, que estaba allí y lo vi en primera persona.

El Ministerio del Interior ya estaba avisado de que era una zona de riesgo, que no era recomendable autorizar esa marcha y menos por ese recorrido. Los informes apuntaban a que podía haber una importante infiltración de radicales en la manifestación de laicos.

Porque, eso sí, el grupo de radicales, violentos, que se comportaron como energúmenos, no superaría el millar en una marcha que congregó a varios miles de asistentes. La visceralidad de los ataques de esos radicales fue intensa. Poco a poco fueron tomando la Puerta del Sol. Bordearon el cordón policial por derecha y por izquierda. La siguiente maniobra, ante la inicial pasividad de los agentes, fue rodear a los pequeños grupos de peregrinos y, mediante empujones, gritos, insultos y patadas, sacarlos de la plaza. También tuve que sufrir esos empujones y patadas. Peregrinos, periodistas… qué más les daba, la plaza tenía que ser suya. Sobrábamos los demás. Que nadie me lo cuenta, que yo estaba allí.

Primero actuaron contra un grupo de apenas media docena de australianos. Después les llegó la hora a los franceses. Los italianos no se quedaron al margen. A los egipcios también les tocó.

Algunos peregrinos, veteranos, hacían frente a los insultos de los autodefinidos como indignados, que buscaban el cuerpo a cuerpo. Y así, al grito de «ésta es nuestra plaza», los radicales que participaron en la manifestación ocuparon de nuevo la Puerta del Sol. Durante estas maniobras de desalojo de peregrinos la pasividad policial fue total. No pude evitarlo. Ya al cuarto incidente de acoso, hostigamiento y empujones contra peregrinos me acerqué a los policías, que permanecían en los alrededores del edificio de la Comunidad de Madrid, para advertir de que la situación estaba tomando un sesgo extremadamente peligroso. Silencio. Que nadie me lo cuenta, que yo estaba allí.

Una vez expulsados de la plaza, los radicales dirigieron sus esfuerzos a controlar el Metro. Por allí salían decenas de jóvenes peregrinos que se dirigían a cenar. No menos de 500 personas se concentraron en la puerta del suburbano. Allí se montó la mundial. Este grupo, de nuevo incontrolado, comenzó a arremeter contra todos los peregrinos. Insultos, coacciones (ya sabéis, eso de gritarte a la cara a menos de 15 centímetros), escupitajos… La escena era tremenda. Auténticos cafres lanzando gritos y amenazas a los jóvenes (por cierto, la mayoría mujeres) que salían del Metro.

Vi mucho pánico en los ojos de los peregrinos y vi a muchas, digo bien, a muchas que al ver el espectáculo rompieron a llorar de puro miedo. Aún tardó la Policía en llegar a la zona. Abrió un pasillo para que los peregrinos salieran de Sol. Los radicales eran los dueños del Kilómetro 0. Se envalentonaron más y arremetieron contra la Policía. Y un radical con numerosos antecedentes dio el pistoletazo de salida a los incidentes.

Una botella contra los agentes y la Policía cargó. Antes, las mochilas naranjas, los crucifijos y hasta los alzacuellos eran una «provocación» para esos radicales. «Es que nos están provocando», «es que están rezando», se justificaba uno de los empujadores profesionales. Y se me ocurrió preguntar por qué les provocaban. «Porque están aquí, porque existen, porque les vamos a prender fuego otra vez, como en el 36». Madrid era hasta ahora una ciudad donde cabían todos los pensamientos. En Sol, eso se acabó.

jueves, 19 de mayo de 2011

La Iglesia de Estados Unidos busca causas a los abusos

Hoy el país publica esta noticia:
La Iglesia de EE UU culpa de los abusos a la revolución sexual
Un estudio oficial atribuye la ola de pederastia al cambio social que confundió al clero - Los obispos admiten que su lenta reacción agravó el problema
Entre las perlas del artículo, destaco esta:
Durante décadas, el clero en EE UU se ha escudado a veces en el hecho de que había sido infiltrado por homosexuales y pederastas. El estudio también rechaza esa tesis: "La conclusión más significativa de esta información es que no hay un rasgo psicológico, de desarrollo o de comportamiento, que diferencie a los curas que abusaron de menores de los que no lo hicieron".

Las agrupaciones de víctimas se sentían ayer indignadas. "No puedo creer que acusen a la revolución sexual de que a mí me violara un cura en 1969", asegura a este diarioBarbara Blaine, que en 1988 fundó la Red de Supervivientes de Abusos por parte del Clero. "Si hay alguien a quien culpar es a las diócesis y a los obispos, que sabían de esos depredadores y los destinaban a otros colegios, para que siguieran abusando. Nunca, durante esos años, les llevaron a la policía o a los tribunales. Ese estudio del John Jay College ha sido elaborado con información que han autorizado los obispos. A los investigadores no se les dio la autoridad legal para entrevistar a los curas abusadores. Por eso ha llegado a ese tipo de conclusiones ridículas. Es un informe pagado por los obispos, con información de los obispos, que llega a las conclusiones que quieren los obispos".

Luego he buscado en zenit la otra cara de la información. Según parece, la Iglesia quería entender el por qué de tantos abusos sexuales en una época determinada. Abusos ha habido siempre, pero nunca tantos como durante ese tiempo y de forma tan generalizada. Alguno discutirá esto, y la verdad es que no tengo delante las "fuentes" con las que corroborarlo, pero me parece que la Iglesia en Estados Unidos habría resentido el golpe mucho antes si los abusos fueran cosa corriente en su historia.

Entonces, ¿por qué? El artículo de el país, como siempre, aprovecha la tirada para lanzar un poco más de barro contra la iglesia, bien que no haya ningún argumento en contra del estudio (que, al fin y al cabo, es solo un estudio):

1. que hubiera política de ocultamiento NO es la causa de que una persona se dedique a la pederastia.

2. dicho de otra forma: las autoridades eclesiásticas, en muchos casos, se comportaron criminalmente, encubriendo a los culpables y sin defender realmente a las víctimas. Pero esa triste realidad no EXPLICA el porqué unas personas que quieren dedicar su vida a algo que consideran hermoso se desvirtúan de tal manera.

¿Será la causa el celibato apostólico? El estudio se plantea una cuestión que toca raíces profundas en la iglesia. Pero se lo plantea, ¿por qué no?

¿Será la homosexualidad?

Sin embargo, las conclusiones finales son bastante coherentes. Cada persona es un mundo, pero todos podemos tener un comportamiento similar -aún partiendo de sitios diferentes- ante determinadas presiones sociales. Que esas presiones y cambios sociales existían en la américa del momento, es indudable.

¿Por qué a el país le fastidia tanto que alguien pueda anatemizar la revolución sexual?

Aquí están los enlaces para zenit. En español y en inglés.

martes, 17 de mayo de 2011

¿Qué diferencia hay entre quien vive la homosexualidad en clave cristiana y quien no?

Hoy leí en el breviario la siguiente oración final: "...para que quienes han sido librados de la esclavitud del pecado alcancen también la felicidad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo".
Tengo un muy buen amigo que es homosexual y vive como tal. Por su bondad y sus méritos, estrellas de nuestra amistad, quiero ofrecerle mi casa para que se venga de vacaciones. Quiero estar abierto a la posibilidad de que venga con su pareja. Pues lo cierto es que la orientación sexual de cada uno no parece tener un consecuente claro en el talante moral del individuo. Pero, si los homosexuales -practicantes- son tan buenos y tan malos como el resto de mortales, ¿a qué tanto impedimento para que practiquen o divulguen en menores adoptados su "opción"?
Yo a este amigo le confiaría mi hija sin dudarlo un segundo, pues es una persona magnífica y alguien en quien confío plenamente.
¿Cuál es entonces la diferencia? Yo nunca he practicado la homosexualidad, pero sí he dejado de vivir la pureza durante una época de mi vida. Realmente no cambia nada en tu actitud externa hacia los demás, pero sí con Dios. Bajo la ceguera del pecado sexual dejé de ver a Dios como una persona que me amaba entrañablemente y comencé a verlo como una Idea Necesaria para mi equilibrio vital y moral. Como síntoma externo, diré que perdí el sentido del pecado.
Perder el sentido del pecado y de la propia fragilidad significa cegarse para la Misericordia de Dios. Y el nombre de Dios es "Misericordia"; el que lo ha vivido, lo sabe.
Por supuesto, bajo el signo del pecado contra la castidad la Iglesia deja de ser un conjunto de hermanos que buscan a Dios, para convertirse en una siniestra organización arcaizante y demoledora de la libertad interior.
Gracias a Dios, El vino a buscarme. Me liberó del pecado porque tras la humillación de la confesión se alzó la luz: allí estaban las cadenas rotas que me tenían encadenado. No las había podido ver antes, pero las había sentido roñéndome la carne. No había podido darles nombre, pero ellas me habían embrujado para robarme mi nombre ante Dios. "...que quienes han sido librados de la esclavitud del pecado alcancen también la felicidad eterna". La felicidad eterna o comienza en esta vida o nunca llega. La felicidad eterna es conocerte; aquí te esperamos, aquí apenas te sentimos. Pero sin tu amor esta vida no valdría. Tú eres la felicidad eterna, Jesús.

miércoles, 27 de abril de 2011

Adopción por parejas homosexuales


Cada vez está más en boga esto de la adopción por parejas homosexuales o la paternidad/maternidad de alquiler. En ambos casos, los hombres del planeta tierra hemos aprendido saltarnos a la torera las limitaciones de la naturaleza para hacer lo que nos viene en gana. Sin embargo, la naturaleza no crea tanto limitaciones como que delimita realidades más allá de las cuales uno juega a ser un dios caprichoso. Lo que está en juego no son los derechos de unos determinados grupos sociales, sino los de los niños adoptados. Si en vez de preguntar a la gran masa de ciudadanos por su opinión respecto a la adopción homosexual se hiciera SOLO a los ciudadanos que ya son padres y madres, otro gallo cantaría. Entre los dos sexos existe un equilibrio misterioso en el que se desarrolla la persona humana. Junto a las sicología femeninas y masculinas van también los modos de ser, las exigencias y particularidades de cada sexo. El "ser humano" no son solo los hombres o las mujeres, sino ambos. En plan reducionista, diría que bastaría una pareja en un planeta para que la humanidad ya estuviera medianamente representada. Y si fuera una familia, mejor que mejor, con niños y viejos de por medio.
Rubén Salázar Gómez, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, escribe a sus feligreses una carta llena de sentido común.

En ella, resalta que la Iglesia quiere preocuparse con sinceridad por todas las personas, no importa cuál sea su condición "Con amor de madre, la Iglesia acoge a todos los hombres y mujeres, sea cual sea su condición. Sabemos bien que, con independencia de la orientación sexual e incluso del comportamiento sexual de cada uno, toda persona tiene la misma identidad fundamental: el ser creatura y, por gracia, hijo o hija de Dios."

Y, más adelante, aún más contundente: "condenamos por ello todo eventual acto de maltrato social o de violencia contra las personas homosexuales o pertenecientes a otras minorías"

Lo más interesante puede que sean las cuatro razones que da para oponerse a la adopción por parte de homosexuales:

Nuestra primera razón es la naturaleza misma de la familia, célula esencial y columna de la sociedad, que se funda en el amor y el compromiso existentes entre un hombre y una mujer. Este es el principio que, con total evidencia, fue acogido en el artículo 42 de la Constitución Nacional. No hay lugar a equívocos: nuestros menores tienen derecho a nacer, educarse y crecer en el seno de una familia conformada por un padre y una madre, de sexos biológicamente diferentes y complementarios.


Nuestra segunda razón es la naturaleza jurídica de la adopción que es, principalmente y por excelencia, según el derecho internacional y nuestra legislación interna, una medida de protección (art. 61, Código de la Infancia). La adopción no es un "derecho" de los adoptantes, sean estos homosexuales o no, sino una medida en beneficio del menor. Plantear la cuestión de la adopción como un "problema de discriminación" de las parejas homosexuales supone, incluso de modo inconsciente, hacer pasar, por encima del interés del menor, verdadera finalidad de la adopción, las aspiraciones, reivindicaciones y deseos de quienes pretenden adoptar.


Nuestra tercera motivación obedece al necesario respeto que el Estado Social de Derecho debe tener por los valores éticos y sociales de la mayoría de sus ciudadanos. Para tomar una decisión tan importante como la que atañe actualmente a la Corte Constitucional es necesario tener en cuenta que la inmensa mayoría de los colombianos se han manifestado contrarios a la adopción de menores por parte de parejas del mismo sexo. Por otra parte, creemos que decisiones de este tipo deberían ser tomadas en espacios políticos más abiertos a la sana discusión de ideas, más representativos de los ideales democráticos, más cercanos a las reales preocupaciones de las familias y del pueblo colombiano.


Nuestra cuarta motivación es de prudencia: pese a cuanto algunos afirman, sí existen serios estudios avalados por la comunidad científica, que ponen en evidencia dudas y reservas sobre la idoneidad de las parejas homosexuales para brindar a los menores de edad un óptimo espacio de desarrollo psicoafectivo y de integración social. Tales estudios deben ser tenidos en cuenta a la hora de tomar una decisión que podría afectar el bienestar de nuestros menores.


Espero que la Corte Constitucional tenga en cuenta estos argumentos y tome una decisión plenamente conforme a los valores ciudadanos y constitucionales, que fundan y enriquecen la convivencia de nuestra Nación. Dada sin embargo la incertidumbre, los invito queridos hermanos y hermanas a mantenerse vigilantes y atentos, prontos a defender la naturaleza auténtica de la familia y los derechos de los menores, para que sean eficazmente tutelados por todas las instituciones del Estado.

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Aquí se puede ver el texto íntegro:http://www.zenit.org/article-39058?l=spanish