miércoles, 1 de diciembre de 2010

Manifiesto por una Red Neutral

Por Eduardo Arcos el 30 de Noviembre de 2010 en Destacadas, Internet.

red neutral Manifiesto por una Red Neutral

Los ciudadanos y las empresas usuarias de Internet adheridas a este texto manifestamos:

  1. Que Internet es una Red Neutral por diseño, desde su creación hasta su actual implementación, en la que la información fluye de manera libre, sin discriminación alguna en función de origen, destino, protocolo o contenido.
  2. Que las empresas, emprendedores y usuarios de Internet han podido crear servicios y productos en esa Red Neutral sin necesidad de autorizaciones ni acuerdos previos, dando lugar a una barrera de entrada prácticamente inexistente que ha permitido la explosión creativa, de innovación y de servicios que define el estado de la red actual.
  3. Que todos los usuarios, emprendedores y empresas de Internet han podido definir y ofrecer sus servicios en condiciones de igualdad llevando el concepto de la libre competencia hasta extremos nunca antes conocidos.
  4. Que Internet es el vehículo de libre expresión, libre información y desarrollo social más importante con el que cuentan ciudadanos y empresas. Su naturaleza no debe ser puesta en riesgo bajo ningún concepto.
  5. Que para posibilitar esa Red Neutral las operadoras deben transportar paquetes de datos de manera neutral sin erigirse en “aduaneros” del tráfico y sin favorecer o perjudicar a unos contenidos por encima de otros.
  6. Que la gestión del tráfico en situaciones puntuales y excepcionales de saturación de las redes debe acometerse de forma transparente, de acuerdo a criterios homogéneos de interés público y no discriminatorios ni comerciales.
  7. Que dicha restricción excepcional del tráfico por parte de las operadoras no puede convertirse en una alternativa sostenida a la inversión en redes.
  8. Que dicha Red Neutral se ve amenazada por operadoras interesadas en llegar a acuerdos comerciales por los que se privilegie o degrade el contenido según su relación comercial con la operadora.
  9. Que algunos operadores del mercado quieren “redefinir” la Red Neutral para manejarla de acuerdo con sus intereses, y esa pretensión debe ser evitada; la definición de las reglas fundamentales del funcionamiento de Internet debe basarse en el interés de quienes la usan, no de quienes la proveen.
  10. Que la respuesta ante esta amenaza para la red no puede ser la inacción: no hacer nada equivale a permitir que intereses privados puedan de facto llevar a cabo prácticas que afectan a las libertades fundamentales de los ciudadanos y la capacidad de las empresas para competir en igualdad de condiciones.
  11. Que es preciso y urgente instar al Gobierno a proteger de manera clara e inequívoca la Red Neutral, con el fin de proteger el valor de Internet de cara al desarrollo de una economía más productiva, moderna, eficiente y libre de injerencias e intromisiones indebidas. Para ello es preciso que cualquier moción que se apruebe vincule de manera indisoluble la definición de Red Neutral en el contenido de la futura ley que se promueve, y no condicione su aplicación a cuestiones que poco tienen que ver con ésta.

La Red Neutral es un concepto claro y definido en el ámbito académico, donde no suscita debate: los ciudadanos y las empresas tienen derecho a que el tráfico de datos recibido o generado no sea manipulado, tergiversado, impedido, desviado, priorizado o retrasado en función del tipo de contenido, del protocolo o aplicación utilizado, del origen o destino de la comunicación ni de cualquier otra consideración ajena a la de su propia voluntad. Ese tráfico se tratará como una comunicación privada y exclusivamente bajo mandato judicial podrá ser espiado, trazado, archivado o analizado en su contenido, como correspondencia privada que es en realidad.

Europa, y España en particular, se encuentran en medio de una crisis económica tan importante que obligará al cambio radical de su modelo productivo, y a un mejor aprovechamiento de la creatividad de sus ciudadanos. La Red Neutral es crucial a la hora de preservar un ecosistema que favorezca la competencia e innovación para la creación de los innumerables productos y servicios que quedan por inventar y descubrir. La capacidad de trabajar en red, de manera colaborativa, y en mercados conectados, afectará a todos los sectores y todas las empresas de nuestro país, lo que convierte a Internet en un factor clave actual y futuro en nuestro desarrollo económico y social, determinando en gran medida el nivel de competitividad del país. De ahí nuestra profunda preocupación por la preservación de la Red Neutral. Por eso instamos con urgencia al Gobierno español a ser proactivo en el contexto europeo y a legislar de manera clara e inequívoca en ese sentido.

Si te sientes representado por este manifiesto te pedimos encarecidamente que lo copies y lo publiques en tu blog o que lo menciones en tu cuenta de Twitter o en Facebook usando el hashtag #redneutral. ¡Muchas gracias!

domingo, 14 de noviembre de 2010

Despedida de soltero a la católica

Uros se casa en dos semanas. Un día llegó y me dio la noticia: «me voy a casar». Qué palabras más simples. Y el otro día en la fiesta de Abraham de Mojca -cumplía 50 años terrícolas- Hervé y yo planeamos. De alguna forma, nos parecía impropio que Uros no tuviera despedida de soltero.
Claro que yo tampoco la tuve, pero la verdad es que lo impropio en mi caso hubiera sido tenerla.
Este fin de semana era el único viable. La idea original era la de irse a una cabaña-refugio al pie de unas inmensas montañas, a hablar y a pasar la noche del sábado. Pero la verdad es que no me dio la vida para llamar y preguntar. Quedamos al final en que nos iríamos de paseo nocturno a la montaña, y mi querida Mateja propuso Sveta Gora, la Montaña Santa. Arriba hay una iglesia con una famosa y venerada imagen de la Virgen -en un costado del altar hay cientos de exvotos en forma de cuadros y plaquetas agradecidas. Los cuadros son burdos pero entrañablemente sinceros y elocuentes: un barco que se hunde y uno que se salva, el agradecido; un puente que se rompe y de nuevo un salvado, el agradecido... Parece un gran cómic en el que los hombres se debaten entre el sino fatal y la bondadosa intervención de la Virgen.
Para subir a la Iglesia que está en lo alto hay una estrecha carretera jalonada de grandes cruces.
A las 4.15 de la mañana salimos de Ljubljana Hervé, Slavko, Uros y yo. Paramos en una gasolinera a tomar un café de máquina. Luego continuamos hasta el pie de la gran colina -temo llamarla «montaña», aparcamos y la despedida comenzó, bien que de forma tímida y apacible. Hervé, que a la sazón será el testigo de Uros, rezó en voz alta, invocando la ayuda del Todopoderoso para nuestro amigo que daba un paso importante en su vida.

Luego subimos caminando y hablando tranquilamente, contentos de reunirnos y por tal motivo y deleitándonos en el Espíritu Santo. Esto de «deleitarse» parece una cursilada, pero no puedo explicar de otra forma que nos pasáramos toda la subida dando gracias a Dios por los bienes que nos ha dado, por la forma en que ha cuidado de nosotros. Hervé y yo contábamos cosas de nuestra vida matrimonial y la huella de Dios era patente en nuestras palabras, a la par que nuestras debilidades y pequeñas historietas.


Se termina la batería del portátil. Arriba tuvimos misa y luego nos entregamos a un opíporo desayuno que habíamos cargado en las mochilas. Las conversaciones, arriba como en la bajada, tuvieron ya un carácter menos espiritual y más mundano, pero igualmente grato.
A medio camino de la bajada nos paramos a beber unas magníficas cervezas. Estábamos arropados por la amistad que nos une, por Dios que se hace amigo de los amigos.
- Qué bien está esta despedida -le había dicho a Hervé al lado del cementerio
- Se trata bien de esto, ¿no te parece? -me respondió- un amigo va a entrar en un nuevo estado y los demás le animamos y le acompañamos en el paso que va a dar.
Se podría decir mejor pero no más claro.

miércoles, 28 de julio de 2010

Jon Gutiérrez Dorronsoro, dicen que te has muerto


Me enteré por facebook. Jon, nuestra última comunicación fue electrónica, por el facebook. "hombreeee", me dijiste, terminando el mensaje con "un abrazo, jon". Pues me quedo con el abrazo. Dicen que te ha dado un infarto, que nadie lo esperaba, que te has ido. Pablo Poveda decía "acuérdate de los que nos quedamos por aquí". Pues me adscribo al comentario.
Tenías esa mirada entre dura y melancólica. no sé por qué, pero siempre te asocié a un actor de holliwood echado a perder por una calvicie prematura. Sabías gastar bromas, reírte con sencillez. Ahora entiendo que ya estabas listo, que lo tuyo era un ir cogiendo pista a base de un discreto buen humor, hace ahora unos 13 años. Cogiendo pista para este despegue inesperado. "hombreeeee", eso te diré yo. Pero hombre, ¿cómo se te ocurre ir a morirte ahora? Con todo lo que quedaba por hacer. Leí rápidamente el cuento por el que te dieron un premio en Madrid. La gramática, en el relato, se imponía sobre la vida real. Pero mientras otros seguimos tecleando y aprendiendo a escribir, tú ya llegaste al punto y aparte, pasaste página, saltaste a otro capítulo. ¿Estás ahí, jon? Cuantas cosas no podré preguntarte... ¿qué has hecho con tu vida durante los últimos 13 años? ¿En qué andabas metido? ¿Cómo disfrutabas? "hombreeee" Te quedaba corazón, te quedaba sitio para mandarme un saludo fuerte, para mandar recuerdos a todos y despedirte con "un abrazo, jon", porque te has ido. En la vida seguimos corriendo entre párrafos malheridos y tú ya estás escribiendo versos entre nubes. Oye, jon, acuérdate de los que seguimos aquí, de verdad. Llégate a Dios padre y dile "mira, esta gente no puede hablar conmigo, solo sienten que me he ido. ¿Por qué no enriquecer un poco sus vidas? Préstame dos comas, Dios padre, y haré maravillas; intercalaré adjetivos para los textos secos, nombres concretos para los que vuelan en abstracto, adverbios para que la acción de sus vidas cobre color". Ey, jon, ¿cómo andas? "hombreeee!, un abrazo, jon"

miércoles, 14 de julio de 2010

Carta de Monseñor Munilla

El obispo de San Sebastián, monseñor Munilla, ha escrito una maravillosa carta sobre el aborto en España. A este hombre le están dando mucha guerra en el país vasco, pero él sigue pegándose a Dios. Así no habrá quien pueda con él.

* * *

Una vez más, la sinrazón se ha impuesto. El 5 de julio de 2010 pasará a la posteridad como un día negro en la historia de los derechos humanos. La nueva Ley de "Salud Sexual y Reproductiva" (¡ironías del lenguaje!) da un marco legal al aborto libre, que de hecho ya se practicaba abiertamente en España, bajo un generalizado fraude de ley, conocido y consentido por casi todos. Legalmente, el aborto ha pasado de estar despenalizado en tres supuestos, a ser reconocido como un derecho. No cabe duda de que los empresarios de las clínicas abortistas pueden dormir ya mucho más tranquilos.

¿Y ahora qué? ¿Vamos a quedarnos de brazos cruzados a la espera de los recursos judiciales? ¿Acaso la "causa de la vida" se reduce a la batalla legal? ¡Ciertamente no!... Como dice el refrán, "más vale encender una vela que maldecir las tinieblas". En estos días he recordado una famosa frase de la Madre Teresa de Calcuta, pronunciada cuando el aborto se liberalizaba en Occidente, en medio de fuertes polémicas: "No los matéis, dádmelos a mí. ¡Yo sí los quiero!". Tampoco puedo olvidar que en cierta ocasión un periodista le preguntaba a la Madre Teresa cuál había sido su estrategia para salvar a tantos niños y desahuciados de la vida. Su respuesta no dejaba lugar a equívocos: "¡Uno a uno!"

Pues bien, ha llegado el momento del "uno a uno"... La mayoría de las asociaciones provida han orientado su acción en los últimos años en esta línea. En muchos lugares -también en San Sebastián- ya vienen trabajando con gran éxito grupos de "rescate", bajo la coordinación de la fundación "RedMadre". Decenas de miles de vidas humanas han sido salvadas "in extremis", cuando tenían ya puesta la "cita" en el abortorio. Su método consiste en dar a la mujer embarazada soluciones alternativas al sacrificio de la vida de su hijo: acompañamiento personal, ayuda económica, pisos de acogida, asistencia médica y jurídica, etc. (Me permito dar el teléfono de contacto que coordina todos estos grupos en España: 902-188.988). ¡Es hora de arrimar el hombro!

Se trata de entender que para llegar a transformar la Cultura de la Muerte, la estrategia más eficaz es "de abajo arriba", sin limitarnos al "de arriba abajo"... La batalla legal por la vida se podrá plantear nuevamente en España, con mayores garantías de éxito, cuando salgan a la luz cantidad de niños y adolescentes que han sido rescatados de las garras de la muerte... El testimonio de su gratitud por el don de la vida, será necesario para que la Cultura de la Vida triunfe en el futuro.

No tengo la menor duda de que hay muchos valores en nuestra sociedad, que son resortes muy válidos y positivos en esta dirección que planteo... ¿Cómo es posible que hagamos una valoración tan laudatoria de la adopción de niños extranjeros entre nosotros, mientras que aquí desestimamos como absurda la alternativa de la entrega en adopción del niño? O, por ejemplo, ¿no habrá llegado el momento de valorar si el apadrinamiento de los niños del Tercer Mundo que realizamos a través de muchas ONGs civiles y eclesiales, no debería también ser complementado con el apadrinamiento (en forma de contribución a su alimentación o educación) de los niños que son salvados de ese trágico destino? Y por otro lado, ¿qué decir del abandono y del silencio vergonzante en el que muchas mujeres tienen que vivir el Síndrome del post-aborto, frente a la afortunadamente cada vez más creciente sensibilidad hacia las víctimas de la violencia de género? ¿No habrá que acompañar también a las mujeres que se han quedado moral y psicológicamente destrozadas después de haber abortado?

Tengamos en cuenta que el triunfo de la "causa de la vida" requiere de diversas implicaciones: En primer lugar, del mundo del arte y de la cultura, por el gran influjo que tienen en la conformación de los valores... (Baste señalar la gran aportación de la película "Bella", de Eduardo Verástegui). Igualmente, el acceso y la utilización ágil de los medios de comunicación, especialmente Internet, en favor de la vida del nasciturus, será algo decisivo. Curiosamente, en el transcurso del anuncio, elaboración y tramitación de esta ley, por primera vez en la democracia española, hemos sido testigos de un notable desplazamiento de la opinión pública hacia el respeto y la defensa del no nacido.

Pero, como es obvio, la clave definitiva del triunfo de la Cultura de la Vida estriba en la educación que reciban nuestros jóvenes. Me parece importante señalar que, en la práctica, uno de los influjos más nefastos de esta ley lo vamos a padecer en su traslado al sistema educativo. La nueva "Ley de Salud Sexual y Reproductiva" pasa por encima, una vez más, del derecho de los padres sobre la educación de sus hijos, al imponer obligatoriamente la ideología abortista y "de género" en la escuela (cfr. Art 5, 1, a).

Está claro que la "causa de la vida" está unida a la "causa de la educación" y a la "causa de la familia". Es fundamental que todos aquellos que partimos de unos valores de pleno respeto a la vida y a la familia (en donde podemos coincidir creyentes y no creyentes), trabajemos en coordinación y cooperación, para educar en la verdadera libertad. Una educación íntegra jamás presentará el ideal de la libertad en contraposición al derecho a la vida de los más inocentes. No podemos convertir la libertad en una frívola licencia, porque eso destrozaría la misma Libertad, además de la Vida.

domingo, 27 de junio de 2010

¿hasta cuándo?

Este vídeo me ha estremecido. Hay verdades simples de las que uno se olvida con demasiada facilidad. Y por ahí descansan los fundamentos de cada persona.
Reconciliado

Cuando era un adolescente y hasta los 19 años, fui miembro -aspirante primero- al Opus Dei. Me fui de allí convencido de que no era mi camino, pero era el único que pensaba así. Con todo, nadie me puso especiales trabas y Juanma, director entonces de Montalbán, me facilitó el alojamiento en la ciudad. Pero la vida da muchas vueltas y la visión que uno tenía entonces cambia; y también aflora fácil la crítica ante lo que se ha convertido como "un lejano pasado".

Gracias a Dios, Jesús se las ha arreglado para llamarme otra vez a su lado. Por una especial mediación del Espíritu Santo, me casé con Mateja y así llegó Klara María.

Siempre he conservado amistades en la obra, pero este año se ha producido un cambio en mí. En Eslovenia he hecho amistad con Juri, un vasco que vive como numerario en el centro de la Obra de Eslovenia. Al principio, me sentía discrepando con él en muchas cosas y no podía evitar verle como "cortado al patrón" de lo que se supone que es un numerario.

Pero su buena amistad, su pronta disponibilidad y el cariño real que nos tiene a mi familia, tan real como el que le tiene a Dios, tan real como el que le tiene a su familia espiritual, el Opus Dei... me ha ganado.

Mañana lunes espero ir a la Misa de San Josemaría. Y por primera vez después de mucho tiempo siento que iré con el corazón abierto, sin críticas ni frialdades en mi interior. Bendito San Josemaría, bendito Juri, alabado sea el Señor.

martes, 22 de junio de 2010

Películas interesantes

Informa Zenit sobre el primer festival de películas católicas celebrado en roma: Mirabile Dictu. Los títulos de los que habla son muy poco conocidos, por poco comerciales, pero -leyendo el argumento- son de lo más atrayentes. Estos son (solo he encontrado unos pocos en youtube)
- The Confessor.
- “Mein Herz in Afrika”
- Catholicism Episode One “Amazed and Afraid”. Por Robert Barron.
- Veilleurs dans la nuit – une journée monastique à l'abbeye saint -
madaleine du Barroux
- Walking in His Land... Pilgrimage to the Holy Land
- Adsum
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sábado, 19 de junio de 2010

Un coloquio muy interesante. El Papa y los curas.


Esta transcripción la he cogido de Zenit. Creo que las preguntas que los presbíteros plantearon al Papa son muy buenas. Son los hombres pidiendo explicaciones sin abandonar el puesto, anclados en la fidelidad a Jesús.


Transcripción del coloquio de Benedicto XVI con los sacerdotes


En la Vigilia con ocasión de la conclusión del Año Sacerdotal


CIUDAD DEL VATICANO, lunes 14 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la transcripción del coloquio que el Papa Benedicto XVI mantuvo con cinco sacerdotes de los cinco continentes, en representación de los miles de presbíteros presentes el pasado jueves 10 de junio en la Vigilia de Clausura del Año Sacerdotal, en la Plaza de San Pedro.

* * * * *

América:

P. – Beatísimo Padre, soy don José Eduardo Oliveira y Silva y vengo desde América, precisamente desde Brasil. La mayor parte de nosotros aquí presentes estamos comprometidos en la pastoral directa, en la parroquia, y no solo con una comunidad, sino que a veces somos párrocos de muchas parroquias, o de comunidades particularmente extensas. Con toda la buena voluntad intentamos hacer frente a las necesidades de una sociedad muy cambiada, ya no más enteramente cristiana, pero nos damos cuenta de que nuestro “hacer” no basta. ¿A dónde ir, Santidad? ¿En qué dirección?


R. – Queridos amigos, ante todo quisiera expresar mi gran alegría porque aquí están reunidos sacerdotes de todas partes del mundo, en la alegría de nuestra vocación y en la disponibilidad de servir con todas nuestras fuerzas al Señor, en este nuestro tiempo. Respecto a la pregunta: soy bien consciente de que hoy es muy difícil ser párroco, también y sobre todo en los países de antigua cristiandad; las parroquias son cada vez más extensas, unidades pastorales... es imposible conocer a todos, es imposible hacer todos los trabajos que se esperan de un párroco. Y así, realmente, nos preguntamos a dónde ir, como usted ha dicho. Pero quisiera decir, ante todo: sé que hay muchos párrocos en el mundo que dan realmente todas sus fuerzas por la evangelización, por la presencia del Señor y de sus Sacramentos, y a estos párrocos fieles, que trabajan con todas las fuerzas de su vida, de nuestro ser apasionados por Cristo, quisiera decir un gran “gracias”, en este momento.

Dije que no es posible hacer todo lo que se desea, que se debería hacer, porque nuestras fuerzas son limitadas y las situaciones son difíciles en una sociedad cada vez más diversificada, más complicada. Yo creo que, sobre todo, es importante que los fieles puedan ver que este sacerdote no hace solo un “oficio”, horas de trabajo, y que después está libre y vive sólo para sí mismo, sino que es un hombre apasionado por Cristo. Si los fieles ven que está lleno de la alegría del Señor, comprenden también que no lo puede hacer todo, aceptan sus límites, y ayudan al párroco. Este me parece el punto más importante: que se pueda ver y sentir que el párroco realmente se siente un llamado por el Señor; que está lleno de amor por el Señor y por los suyos. Si esto existe, se entiende y se puede también ver la imposibilidad de hacer todo.

Por tanto, estar llenos de la alegría del Evangelio con todo nuestro ser es la primera condición. Después se deben tomar decisiones, tener prioridades, ver lo que es posible y lo que es imposible. Diría que las tres prioridades fundamentales las conocemos: son las tres columnas de nuestro ser sacerdotes. Primero, la Eucaristía, los Sacramentos: hacer posible y presente la Eucaristía, sobre todo dominical, en cuanto sea posible, para todos, y celebrarla de forma que se convierta en realmente en visible el acto de amor del Señor por nosotros. Después, el anuncio de la Palabra en todas las dimensiones: desde el diálogo personal hasta la homilía. El tercer punto es la "caritas", el amor de Cristo: estar presentes para los que sufren, para los pequeños, para los niños, para las personas con dificultad, para los marginados; hacer realmente presente el amor del Buen Pastor. Y después, una prioridad muy importante es también la relación personal con Cristo. En el Breviario, el 4 de noviembre, leemos un hermoso texto de san Carlos Borromeo, gran pastor, que se dio verdaderamente a sí mismo, y que nos dice, a todos los sacerdotes: “No descuides tu propia alma: si la propia alma está descuidada, tampoco puedes dar a los demás lo que deberías dar. Por tanto, también debes tener tiempo para ti mismo, ara tu alma", o, en otras palabras, la relación con Cristo, el coloquio personal con Cristo es una prioridad pastoral fundamental, ¡es condición para nuestro trabajo por los demás! Y la oración no es algo marginal: es precisamente rezar la “profesión” del párroco, también en representación d ella gente que no sabe rezar o no encuentra el tiempo de rezar. La oración personal, sobre todo la liturgia de las Horas, es el alimento fundamental para nuestra alma, para todas nuestras acciones. Y, finalmente, reconocer nuestros límites, abrirnos también a esta humildad. Recordemos una escena de Marcos, capítulo 6, donde los discípulos estaban “estresados”, querían hacer todo, y el Señor dice: “Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco" (cfr Mc 6,31). También éste es trabajo – diría – pastoral: encontrar y tener la humildad, el valor de descansar. Por tanto, pienso que la pasión por el Señor, el amor por el Señor, nos muestra las prioridades, las decisiones, nos ayuda a encontrar el amino. El Señor nos ayudará. ¡Gracias a todos vosotros!

África:

P. – Santidad, soy Mathias Agnero y vengo desde África, precisamente desde Costa de Marfil. Usted es un Papa-teólogo, mientras que nosotros, cuando podemos, leemos apenas algún libro de teología para la formación. Nos parece, con todo, que se ha creado una fractura entre teología y doctrina y, aún más, entre teología y espiritualidad. Se siente la necesidad de que el estudio no sea tan académico sino que alimente nuestra espiritualidad. Sentimos necesidad de esto en nuestro propio ministerio pastoral. Quizás la teo-logía no parezca tener a Dios en el centro y a Jesucristo como primer “lugar teológico”, sino que tenga en cambio los gustos y las tendencias difuminadas; y la consecuencia es la proliferación de opiniones subjetivas que permiten la introducción, también en la Iglesia, de un pensamiento no católico. ¿Cómo no desorientarnos en nuestra vida y en nuestro ministerio, cuando es el mundo el que juzga a la fe y no al revés? ¡Nos sentimos “descentrados”!

R. – Gracias. Usted toca un problema muy difícil y doloroso. Existe realmente una teología que quiere sobre todo ser académica, parecer científica, y olvida la realidad vital, la presencia de Dios, su presencia entre nosotros, su hablar hoy, no sólo en el pasado. Ya san Buenaventura distinguió dos formas de teología, en su tiempo; dijo: “hay una teología que viene de la arrogancia de la razón, que quiere dominar todo, hace pasar a Dios de sujeto a objeto que estudiamos, mientras debería ser sujeto que nos habla y nos guía”. Existe realmente este abuso de la teología, que es arrogancia de la razón y no nutre la fe, sino que oscurece la presencia de Dios en el mundo. Después hay una teología que quiere conocer más por amor al amado, está estimulada por el amor y guiada por el amor, quiere conocer más al amado. Y esta es la verdadera teología, que viene del amor de Dios, de Cristo, y quiere entrar más profundamente en comunión con Cristo.

En realidad, las tentaciones hoy son grandes; sobre todo se impone la llamada “visión moderna del mundo” (Bultmann, modernes Weltbild), que se convierte en el criterio de cuanto sería posible o imposible. Y así, precisamente con este criterio de que todo es como siempre, que todos los acontecimientos históricos son del mismo tipo, se excluye precisamente la novedad del Evangelio, se excluye la irrupción de Dios, la verdadera novedad que es la alegría de nuestra fe. ¿Qué hacer? Yo diría ante todo a los teólogos: tened valor. Y quisiera decir un gran “gracias” también a muchos teólogos que hacen un buen trabajo. Hay abusos, lo sabemos, pero en todas partes del mundo hay muchos teólogos que viven verdaderamente de la Palabra de Dios, se nutren de la meditación, viven la fe de la Iglesia y quieren ayudar para que la fe esté presente hoy día. A estos teólogos quisiera decir un gran “gracias”. Y diría a los teólogos en general: "¡no tengáis miedo de este fantasma de la cientificidad!". Yo sigo la teología desde 46; comencé a estudiar teología en enero de 1946, y he visto por tanto a tres generaciones de teólogos, y puedo decir: las hipótesis que en aquel tiempo, y después en los años 60 y 80 eran las más nuevas, absolutamente científicas, absolutamente casi dogmáticas, ¡con el tiempo han envejecido y ya no valen! Muchas de ellas parecen casi ridículas. Por tanto, tener el valor de resistir a la aparente cientificidad, de no someterse a todas las hipótesis del momento, sino de pensar realmente a partir de la gran fe de la Iglesia, que está presente en todos los tiempos y que nos abre el acceso a la verdad. Sobre todo, también, ¡no pensar que la razón positivista, que excluye lo trascendente – que no puede ser accesible – sea la razón verdadera! Esta razón débil, que presenta sólo las cosas experimentables, es realmente una razón insuficiente. Nosotros teólogos debemos usar la razón grande, que está abierta a la grandeza de Dios. Debemos tener el valor de ir más allá del positivismo a la cuestión de las raíces del ser. Esto me parece de gran importancia.

Por tanto, es necesario tener el valor de la razón amplia, grande, tener la humildad de no someterse a todas las hipótesis del momento, vivir de la gran fe de la Iglesia de todos los tiempos. No existe una mayoría contra la mayoría de los Santos: ¡la verdadera mayoría con los Santos de la Iglesia, y a los Santos debemos orientarnos! Después, a los seminaristas y sacerdotes digo lo mismo: pensad que la Sagrada Escritura no es un libro aislado: está vivo en la comunidad viva de la Iglesia, que es el mismo sujeto en todos los siglos y que garantiza la presencia de la Palabra de Dios. El Señor nos ha dado a la Iglesia como sujeto vivo, con la estructura de los obispos en comunión con el Papa, y esta gran realidad de los obispos del mundo en comunión con el Papa nos garantiza el testimonio de la verdad permanente. Tengamos confianza en este Magisterio permanente de la comunión de los obispos con el Papa, que nos representa la presencia de la Palabra. Y tengamos también confianza en la vida de la Iglesia y, sobre todo, debemos ser críticos.

Ciertamente la formación teológica – esto quisiera decir a los seminaristas – es muy importante. En nuestro tiempo debemos conocer bien la Sagrada Escritura, también precisamente contra los ataques de las sectas; debemos ser realmente amigos de la Palabra. Debemos conocer también las corrientes de nuestro tiempo para poder responder razonablemente, para poder dar – como dice san Pedro - “razón de nuestra fe”. La formación es muy importante. Pero debemos ser también críticos: el criterio de la fe es el criterio con el que ver también a los teólogos y las teologías. El Papa Juan Pablo II nos dio un criterio absolutamente seguro en el Catecismo de la Iglesia Católica: aquí vemos la síntesis de nuestra fe, y este Catecismo es verdaderamente el criterio para ver donde va una teología aceptable o no aceptable. Por tanto, recomendamos la lectura, el estudio de este texto, y así podremos seguir adelante con una teología crítica en el sentido positivo, es decir, crítica contra las tendencias de la moda y abiertas a las verdaderas novedades, a la profundidad inagotable de la Palabra de Dios, que se revela nueva en todos los tiempos, también en nuestro tiempo.



Europa:

P. – Padre Santo, soy don Karol Miklosko y vengo desde Europa, precisamente desde Eslovaquia, y soy misionero en Rusia. Cuando celebro la Santa Misa me encuentro a mi mismo y comprendo que allí encuentro mi identidad y la raíz y energía de mi ministerio. El sacrificio de la Cruz me revela al Buen Pastor, que lo da todo por el rebaño, por cada oveja, y cuando digo: “Éste es mi cuerpo … esta es mi sangre" dada y derramada en sacrificio por vosotros, entonces comprendo la belleza del celibato y de la obediencia, que prometí libremente en el momento de la ordenación. Aún con las naturales dificultades, el celibato me parece obvio, mirando a Cristo, pero me siento trastornado al leer tantas críticas mundanas a este don. Le pido humildemente, Padre Santo, que nos ilumine sobre la profundidad y sobre el sentido auténtico del celibato eclesiástico.

R. – Gracias por las dos partes de su pregunta. La primera, en la que muestra el fundamento permanente y vital de nuestro celibato; la segunda que muestra todas las dificultades en las que nos encontramos en nuestro tiempo. Es importante la primera parte, es decir: el centro de nuestra vida debe ser realmente la celebración cotidiana de la Santa Eucaristía; y aquí son centrales las palabras de la consagración: “Esto es mi cuerpo, esta es mi Sangre”; es decir, hablamos in persona Christi. Cristo nos permite usar su “yo”, hablamos en el “yo” de Cristo, Cristo nos “atrae hacia sí” y nos permite unirnos, nos une con su “yo”. Y así, a través de esta acción, este hecho de que Él nos “atrae” a sí mismo, de forma que nuestro “yo” queda unido al suyo, realiza la permanencia, la unicidad de su Sacerdocio; así Él es realmente siempre el único Sacerdote, y aún muy presente en el mundo, porque nos “atrae” en sí mismo y así hace presente su misión sacerdotal. Esto quiere decir que somos atraídos al Dios de Cristo: es esta unión con su “yo” que se realiza en las palabras de la consagración. También en el “yo te absuelvo” – porque ninguno de nosotros podría absolver de los pecados – es el “yo” de Cristo, de Dio, el único que puede absolver.

Esta unificación de su “yo” con el nuestro implica que somos “atraídos” también a su realidad de Resucitado, que seguimos adelante hacia la vida plena de la resurrección, de la que Je´sus habla a los saduceos en Mateo, capítulo 22: es una vida “nueva”, en la que ya estamos más allá del matrimonio (cfr Mt 22,23-32). Es importante que nos dejemos penetrar siempre de nuevo por esta identificación del “yo” de Cristo con nosotros, de este ser “sacados” hacia el mundo de la resurrección. En este sentido, el celibato es una anticipación. Trascendamos este tiempo y sigamos adelante, y así nos “atraemos” a nosotros mismos y a nuestro tiempo hacia el mundo de la resurrección, hacia la novedad de Cristo, hacia la vida buena y verdadera.

Por tanto, el celibato es una anticipación hecha posible por la gracia del Señor, que nos “atrae” a si hacia el mundo de la resurrección; nos invita siempre de nuevo a trascendernos a nosotros mismos, este presente, hacia el verdadero presente del futuro, que se convierte en presente hoy. Y aquí estaos en un punto muy importante. Un gran problema de la cristiandad en el mundo de hoy es que no se piensa ya en el futuro de Dios: parece suficiente solo el presente de este mundo. Queremos tener solo este mundo, vivir solo en este mundo. Así cerramos las puertas a la verdadera grandeza de nuestra existencia. El sentido del celibato como anticipación del futuro es precisamente abrir estas puertas, hacer más grande el mundo, mostrar la realidad del futuro que es vivido por nosotros ya como presente. Vivir, por tanto, así como en un testimonio de la fe: creemos realmente que Dios existe, que Dios tiene que ver con mi vida, que puedo fundar mi vida sobre Cristo, sobre la vida futura.

Y conozcamos ahora las críticas mundanas de las que usted ha hablado. Es verdad que para el mundo agnóstico, el mundo en el que Dios no tiene nada que ver, el celibato es un gran escándalo, porque muestra precisamente que Dios es considerado y vivido como realidad. Con la vida escatológica del celibato, el mundo futuro de Dios entra en las realidades de nuestro tiempo. ¡Y esto debería desaparecer! En un cierto sentido, puede sorprender esta crítica permanente contra el celibato, en un tiempo en el que está cada vez más de moda no casarse. Pero este no casarse es algo totalmente, fundamentalmente distinto del celibato, porque el no casarse se basa en la voluntad de vivir solo para sí mismos, de no aceptar ningún vínculo definitivo, de tener la vida en todo momento en una autonomía plena, decidir en cada momento qué hacer, qué tomar de la vida; es por tanto un "no" al vínculo, un "no" a la definitividad, un tener la vida solo para sí mismo. Mientras que el celibato es precisamente lo contrario: es un "sí" definitivo, es un dejarse tomar de la mano por Dios, entregarse en las manos del Señor, en su “yo”, y es por tanto un acto de fidelidad y de confianza, un acto que supone también la fidelidad del matrimonio; es precisamente lo contrario de este "no", de esta autonomía que no quiere obligarse, que no quiere entrar en un vínculo; es precisamente el "sí" definitivo que supone, confirma el "sé" definitivo del matrimonio. Y este matrimonio es la forma bíblica, la forma natural del ser hombre y mujer, fundamento de la gran cultura cristiana, de las grandes culturas del mundo. Y si desaparece esto, se destruirá también la raíz de nuestra cultura. Por ello el celibato confirma el "sí" del matrimonio con su "sí" al mundo futuro, y así queremos seguir y hacer presente este escándalo de una fe que pone toda su existencia en Dios. Sabemos que junto a este gran escándalo, que el mundo no quiere ver, están también los escándalos secundarios de nuestras insuficiencias, de nuestros pecados, que oscurecen el verdadero y gran escándalo, y hacen pensar: “¡Pero no viven realmente fundados en Dios!”. ¡Pero hay mucha fidelidad! El celibato, precisamente las críticas lo muestran, es un gran signo de la fe, de la presencia de Dios en el mundo. Oremos al Señor para que nos ayude a hacernos libres de los escándalos secundarios, para que se haga presente el gran escándalo de nuestra fe: ¡la confianza, la fuerza de nuestra vida, que se funda en Dios y en Jesucristo!



Asia

P. – Santo Padre, soy don Atsushi Yamashita y vengo desde Asia, precisamente desde Japón. El modelo de sacerdote que Su Santidad nos ha propuesto este Año, el Cura de Ars, ve en el centro de la existencia y del ministerio la Eucaristía, la Penitencia sacramental y personal y el amor al culto, dignamente celebrado. He visto los signos de la austera pobreza de san Juan María Vianney y también de su pasión por las cosas preciosas para el culto. ¿Cómo vivir estas dimensiones fundamentales de nuestra existencia sacerdotal, sin caer en el clericalismo o en una alienación de la realidad, que el mundo de hoy no permite?

R. – Gracias. Por tanto, la pregunta es cómo vivir la centralidad de la Eucaristía sin perderse en una vida puramente cultual, ajenos a la vida de cada día de las demás personas. Sabemos que el clericalismo es una tentación de los sacerdotes en todos los siglos, también hoy; tanto más importante es encontrar la forma verdadera de vivir la Eucaristía, que no es cerrarse al mundo, sino precisamente la apertura a las necesidades del mundo. Debemos tener presente que en la Eucaristía se realiza este gran drama de Dios que sale de sí mismo, deja – como dice la Carta a los Filipenses – su propia gloria, sale y desciende hasta ser uno de nosotros, y desciende hasta la muerte en la Cruz (cfr Fil 2). La aventura del amor de Dios, que deja, se abandona a sí mismo para estar con nosotros – esto se hace presente en la Eucaristía; el gran acto, la gran aventura del amor de Dios y la humildad de Dios que se dona a nosotros. En este sentido la Eucaristía debe considerarse como el entrar en este camino de Dios. San Agustín dice, en el De Civitate Dei, libro X: "Hoc est sacrificium Christianorum: multi unum corpus in Christo", es decir: el sacrificio de los cristianos es el estar unidos por el amor de Cristo en la unidad del único cuerpo de Cristo.

El sacrificio consiste precisamente en salir de nosotros, en dejarnos atraer a la comunión del único pan, del único Cuerpo, y así entrar en la gran aventura del amor de Dios. Así debemos intentar celebrar, vivir, meditar siempre la Eucaristía, como esta escuela de liberación de mi “yo”: entrar en el único pan, que es pan de todos, que nos une en el único Cuerpo de Cristo. Y por tanto, la Eucaristía es, de por sí, un acto de amor, nos obliga a esta realidad del amor por los demás: que el sacrificio de Cristo es la comunión de todos en su Cuerpo. Y por tanto, de esta forma, debemos aprender la Eucaristía, que es además lo contrario del clericalismo, de cerrarse en sí mismos. Pensemos también en la Madre Teresa, verdaderamente el ejemplo más grande de este siglo, en este tiempo, de un amor que se deja a sí mismo, que deja todo tipo de clericalismo, de alejamiento del mundo, que va a los más marginados, a los más pobres, a las personas a punto de morir, y que se da totalmente al amor por los pobres, por los marginados. Pero Madre Teresa que nos dio este ejemplo, la comunidad que sigue sus huellas suponía siempre como primera condición de una fundación suya la presencia de un tabernáculo. Sin la presencia del amor de Dios que se da no sería posible realizar ese apostolado, no habría sido posible vivir en ese abandono de sí mismos; sólo insertándose en este abandono de sí en Dios, en esta aventura de Dios, en esta humildad de Dios, podían y pueden llevar a cabo este gran acto de amor, esta apertura a todos. En este sentido, diría: vivir la Eucaristía en su sentido original, en su verdadera profundidad, es una escuela de vida, es la protección más segura contra toda forma de clericalismo.

Oceanía

P. – Beatísimo Padre, soy don Anthony Denton y vengo desde Oceanía, desde Australia. Esta noche aquí estamos muchísimos sacerdotes. Sin embargo, sabemos que nuestros seminarios no están llenos y que, en el futuro, en varios lugares del mundo nos espera una bajada, incluso brusca. ¿Qué hacer de verdaderamente eficaz por las vocaciones? ¿Cómo proponer nuestra vida, en lo que hay en ella de grande y de bello, a un joven de nuestro tiempo?

R. – Gracias. Realmente usted toca de nuevo un problema grande y doloroso de nuestro tiempo: la falta de vocaciones, a causa de la cual Iglesias locales están en peligro de volverse áridas, porque falta la Palabra de vida, falta la presencia del sacramento de la Eucaristía y de los demás Sacramentos. ¿Qué hacer? La tentación es grande: de tomar nosotros mismos en mano la cuestión, de transformar el sacerdocio – el sacramento de Cristo, el ser elegidos por Él – en una profesión normal, en un empleo que tiene sus horas, y que por lo demás uno se pertenece solo a sí mismo; y hacerlo así como cualquier otra vocación: hacerlo accesible y fácil. Pero es una tentación, esta, que no resuelve el problema. Me hace pensar en la historia de Saúl, el rey de Israel, que antes de la batalla contra los filisteos espera a Samuel para el necesario sacrificio a Dios. Y cuando Samuel, en el momento esperado, no viene, él mismo realiza el sacrificio, aun no siendo sacerdote (cfr 1Sam 13); piensa resolver así el problema, que naturalmente no se resuelve, porque toma en mano por sí mismo lo que no puede hacer, se hace él mismo Dios, o casi, y no puede esperarse que las cosas vayan realmente a la manera de Dios. Así, también nosotros, si ejerciésemos solo una profesión como las demás, renunciando a la sacralidad, a la novedad, a la diversidad del sacramento que solo Dios da, que puede venir solo de su vocación y no de nuestro “hacer” no resolveremos nada. Tanto más debemos – como nos invita el Señor – rezar a Dios, llamar a la puerta, al corazón de Dios, para que nos de vocaciones; rezar con gran insistencia, con gran determinación, con gran convicción también, para que Dios no se cierre ante una oración insistente, permanente, confiada, aunque deje hacer, esperar, como a Saúl, más allá de los tiempos que nosotros hemos previsto. Este me parece el primer punto: animar a los fieles a tener esta humildad, esta confianza, este valor de rezar con insistencia por las vocaciones, de llamar al corazón de Dios para que nos de sacerdotes.

Además de esto diría quizás tres puntos. El primero: cada uno de nosotros debería hacer lo posible para vivir su propio sacerdocio de tal manera que resultase convincente, de tal manera que los jóvenes puedan decir: esta es una verdadera vocación, así se puede vivir, así se hace algo esencial para el mundo. Creo que ninguno de nosotros habría llegado a ser sacerdote si no hubiese conocido sacerdotes convincentes en los que ardía el fuego del amor de Cristo. Por tanto, este es el primer punto: intentemos ser nosotros mismos sacerdotes convincentes. El segundo punto es que debemos invitar, como ya he dicho, a la iniciativa de la oración, a tener esta humildad, esta confianza de hablar con Dios con fuerza, con decisión. El tercer punto: tener el valor de hablar con los jóvenes si pueden pensar que Dios les llama, porque a menudo una palabra humana es necesaria para abrir la escucha de la vocación divina; hablar con los jóvenes y sobre todo ayudarles a encontrar un contexto vital en el que puedan vivir. El mundo de hoy es tal que casi parece excluida la maduración d una vocación sacerdotal; los jóvenes necesitan ambientes en los que se viva la fe, en los que aparezca la belleza de la fe, en los que aparezca que éste es un modelo de vida, “el” modelo de vida, y por tanto ayudarles a encontrar movimientos, o la parroquia – la comunidad en parroquia – u otros contextos en los que realmente estén rodeados por la fe, por el amor de Dios, y puedan estar abiertos para que la vocación de Dios llegue y les ayude. Por lo demás, damos gracias a Dios por todos los seminaristas de nuestro tiempo, por los jóvenes sacerdotes, y oramos. ¡El Señor nos ayudará! ¡Gracias a todos vosotros!

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

martes, 15 de junio de 2010

NICOLE MUCHNIK Sobre curas casados

Acabo de leer un artículo de esta tal Nicole M. sobre los curas casados. Me he topado con él en la página web islámica en español, no sé si será la única pero es evidente que tienen afán por ser seria y respetuosa. Eso sí, cuando se trata de la Iglesia Católica, distinguen entre la jerarquía vaticana -algo que se les antoja lejano, prepotente y caduco- y el católico de a pie. El católico de a pie ha de estar en contra, aunque solo sea secretamente, de la jerarquía. Si no, se trata de un idiota.
Esta concepción de los católicos es bastante molesta. Yo puedo decir con tranquilidad que "soy la iglesia católica" en todos y cada uno de los preceptos que defiende, por lo menos en aquellos tan polémicos hoy en día.
Ojalá en vez de darle bombo a toda crítica a la iglesia admitieran un visión crítica sobre ellos mismos.
Al caso, la susodicha abandera la causa de los curas casados en su artículo. Lo he leído y me he llenado de tristeza: es cierto que hay cosas que podrían reformarse, pero no desde el "yo me metí a cura queriendo ser célibe, pero ahí tienes a la vida que me puso a Enriqueta delante. ¡Qué bonito es el amor! Pero a mí que lo de ser cura que no me lo quiten, que luego a ver qué hago para ganarme la vida" En fin, no me parece una senda muy adecuada.
Yo soy un hombre casado. Y no huelo la verdad ni la santidad en tales historias.
Lo que más me fastidia del artículo es que al Papa se le acusa por defecto, sin ni siquiera plantearse o leer algo de lo que él haya podido escribir o expresar en profundidad sobre el tema.
Y de esto salto a otra pregunta que me interesa mucho más que las uñas de nicole m.. ¿Por qué este odio ad hominem? Quiero pensar que hay una causa detrás, además de la natural del rabo del diablo moviéndose entre bastidores. ¿Es la rebeldía contra una institución aparentemente autocrática? Nadie gasta energías en odiar si no hay un amor fustrado que lo impulse primero. ¿Será una llamada oculta a la autoridad paternal? ¿una especie de "tú eres como ese padre que tuve y que nunca quise, y como ese padre que no tuve y siempre deseé"?

La mujer esta se gana la vida vendiendo cuadros en españa. Es autodidacta. Los que abanderan tantas magníficas causas tienen ese denminador común: autodidactas.
Los cuadres, vistos en internet, tienen una técnica pobre -a mí entender- pero están marcados por la fuerza de una convicción. Igual que su artículo.
Claro que yo diría que el verdadero arte no es tanto el vender una idea, sino el descubrirse a sí mismo.

lunes, 17 de mayo de 2010

Lo que Ratzinger pensaba sobre el celibato


Creo que, aunque el texto sea largo, vale la pena recordar lo que Ratzinger pensaba sobre el celibato, el sacerdocio y esas cosas. Es un extracto de "la sal de la tierra", una conversación con Peter Seewald. El texto electrónico está aquí

EL CELIBATO

Bien. Nada hay que enfade más a la gente, que la vieja cuestión sobre el celibato. Aunque sólo afecte a una mínima fracción de la Iglesia ¿por qué existe el celibato?

Va muy unido a unas palabras de Cristo. Hay algunos, -dice-, que renuncian al matrimonio por el Reino de los Cielos y ofrecen toda su existencia en testimonio del Reino de los Cielos. La iglesia llegó muy pronto a la convicción de que ser sacerdote significaba dar testimonio de ese Reino de los Cielos. En el Antiguo Testamento, el sacerdote tenía una situación paralela, aunque de otra naturaleza, que sirve de objetiva analogía. Israel se instala en el país. Las once tribus recibieron su propia tierra, su territorio. Sólo la tribu de Leví, la tribu de los sacerdotes, no recibió ninguna tierra, no recibió ninguna herencia; su herencia era sólo Dios. Esto significaba, en la práctica, que sus miembros tenían que vivir de las ofrendas del culto, y no de la explotación de las tierras como las otras tribus. Su característica fundamental es que no tenían ninguna propiedad. En el Salmo 16 se dice: « Tú eres mi copa, y la porción de mi herencia. Tú eres quien garantiza mi suerte». Dios es mi heredad. Esta figura del Antiguo Testamento que deja a la tribu de los sacerdotes sin territorio y que, podría decirse, sólo vive de Dios, y, por tanto, sólo referida a Dios, se tradujo más adelante como unas palabras de Jesús que venían a decir que, en la vida del sacerdote, su tierra es Dios.

Actualmente nos resulta difícil entender el carácter de esta renuncia, porque la proporción de matrimonios y de hijos ha sufrido un gran cambio. Morir sin descendencia, era considerado antiguamente como vivir inútilmente, «he trazado las huellas de mi vida, pero no he dejado mi rastro; de haber tenidos hijos, habría sobrevivido en ellos, hubiera quedado mi inmortalidad reflejada en mi descendencia». Por eso, era casi condición de vida permanecer en el mundo de los vivos, dejando descendencia.

La renuncia al matrimonio y a una familia habría que contemplarla bajo este punto de vista, «renuncio a algo normal e importante para los demás, renuncio a traer nuevas vidas al árbol de la vida, para vivir con la confianza de que sólo Dios es mi heredad, y contribuir así a que los demás crean en la existencia del Reino de los Cielos», «Así, no sólo con palabras, sino con mi propia existencia, daré testimonio de Jesucristo y de su Evangelio, entregaré mi vida para que Dios disponga de ella».

El celibato, por tanto, tiene doble sentido, uno cristológico y otro apostólico. No se trata de ahorrar tiempo -Como no soy padre de familia, dispongo de más tiempo-, aunque sea verdad, eso sería una visión demasiado primitiva y pragmática. De lo que se trata es de una existencia humana, que lo deja todo por Dios, y esto, exactamente, quiere decir que entrega lo que a los demás les parece normal y condición de vida, un aliciente para la existencia humana.

Por otra parte, no es un dogma. ¿Se trata acaso de una deliberación actualizada cada día: de elegir una forma de vida de celibato o no~celibato?

En efecto, no es un dogma. Es una costumbre de vida que, desde muy temprano, se fue formando en el interior de la iglesia por muy buenas razones bíblicas. Recientes investigaciones han desmostrado que el celibato se remonta a tiempos muy remotos -como hemos sabido por las fuentes del derecho- hasta el siglo II. En la Iglesia oriental, el celibato también estuvo muy extendido desde tiempos muy lejanos donde nosotros no podemos llegar. En Oriente hubo un cambio en este aspecto en el siglo VII. No obstante, tanto antes como después de ese siglo, los monjes de Oriente siempre han considerado muy importante el celibato tanto para los sacerdotes comunes como para su jerarquía.

No es un dogma, es una costumbre de vida que creció en el seno de la Iglesia y que, naturalmente, lleva consigo el riesgo de que pueda desaparecer. Siendo tan atacada, puede haber caídas. Yo creo que lo que la gente de ahora tiene contra el celibato es que ven a muchos sacerdotes que, en efecto, en su interior no están muy de acuerdo, y entonces les parece una hipocresía que lo vivan mal o que se pasen la vida sufriendo y que ...

... les destroce la vida ...

Cuanta menos fe haya más caídas habrá. Y con eso se consigue que, además, el celibato pierda prestigio y no se le reconozca todo lo que tiene de positivo. Es muy importante saber y tener clara la idea de que los tiempos de crisis del celibato coinciden siempre con tiempos de crisis del matrimonio. Actualmente, no sólo se ven grietas en el celibato, el matrimonio, como fundamento de nuestra sociedad, cada vez es más frágil . En las legislaciones de los estados occidentales, se ofrecen con cierta frecuencia otras alternativas que se ponen al mismo nivel, para después poder disolverlas legalmente con más facilidad. Y una cosa más, el esfuerzo por vivir realmente bien el matrimonio, tampoco es pequeño. Es decir, que si se aboliera el celibato, pasaríamos, en la práctica, a la separación de matrimonios de sacerdotes, y tendríamos un nuevo problema añadido. La Iglesia evangélica sabe mucho de eso.

Nosotros lo que podemos comprobar con todo esto es que las altas formas de vida que se dan en la existencia humana conllevan también grandes riesgos.

La consecuencia que podemos sacar no es decir «así no podemos seguir» . No. Lo que hemos de hacer esforzarnos en aumentar nuestra fe. Y también tenemos que tener más cuidado a la hora de hacer la selección de los candidatos al sacerdocio. Porque sería lamentable que alguno fuera cargado con algún problema y, sin decírselo a nadie, pensara «preferiría no seguir adelante hacia el sacerdocio». 0 que pensara, por ejemplo, «me gustan demasiado las chicas, pero ya lo arreglaré». Ese no es buen comienzo. El candidato al sacerdocio tiene que contemplar la fe como la única fuerza en su vida; debe saber que sólo vivirá de la fe. Sólo así, el celibato podrá ser el testimonio que edifique a los hombres y además anime a los casados a vivir bien su matrimonio. Ambas instituciones van estrechamente entrelazadas. Cuando una fidelidad no es posible, la otra tampoco lo es; una lealtad fundamento la otra.

¿Es simple suposición eso que ha dicho de que la crisis del celibato coincide con la crisis del matrimonio?

Es algo evidente. Cuando el hombre tiene que tomar una decisión vital y definitiva sobre alguna cuestión intima, siempre se plantea las mismas preguntas: ,¿es bueno decidir ahora a los, digamos, veinticinco años, algo para toda la vida?» Y, sobre todo, «¿esto será conveniente para mí?», «¿podré hacer esto y realizarme, madurar, o será mejor esperar otras posibilidades?». Y yendo más al fondo aún, la cuestión se presenta así: «¿es propio del hombre decidir algo definitivo en el ámbito más íntimo de su existencia?», «¿podrá el hombre mantener una decisión definitiva toda la vida?». Yo daría estas dos respuestas con respecto al matrimonio: una, podrá si, de verdad, está fuertemente anclado en la fe; y dos, podrá si lucha por alcanzar la plenitud del amor y de la madurez humana. Y todo lo que el hombre realice fuera del matrimonio monógamo está por debajo de él.

Pero si las cifras de las rupturas del celibato sonexactas, se puede decir que, de facto, el celibato hace tiempo que ha fracasado. Por eso le repito la pregunta: ¿Es tal vez una deliberación actualizada cada día, en el sentido de ser una elección libre?

En cualquier caso ha de ser de libre elección. Más aún, antes de la ordenación hay que afirmar bajo juramento que se hace libremente y porque se quiere. A mí siempre me molesta mucho que se diga que nuestro celibato es obligatorio y que se nos ha impuesto. Se vive el celibato desde el principio, por una palabra dada. Pero, ya dije antes que habría que poner más atención durante la preparación al sacerdocio, para que esa palabra sea seriamente dada. Éste es el primer punto. Y el segundo es que, donde hay fe, y en la medida en que una iglesia viva de esa fe, es seguro que surgen esas decisiones.

Yo creo que, en el fondo, suprimiendo esa condición no mejoraría nada, lo único que se conseguiría es disimular un poco una auténtica crisis de fe. Para la Iglesia, indudablemente, que haya algunos, pocos o muchos, que viven una doble vida es una tragedia. Desgraciadamente, no es la primera vez que ocurre. En la baja Edad Media hubo una situación similar causada por la Reforma. Fue un proceso muy doloroso que ahora nos debería hacer reflexionar, pensando también en el sufrimiento de muchos hombres por este motivo. En cualquier caso -y ese ha sido el resultado obtenido en el último Sínodo de obispos- la mayoría de los pastores de la Iglesia están plenamente convencidos de que el verdadero problema es una crisis de fe, y no el de la llamada falta de adaptación. Así no se logran más ni mejores sacerdotes, sólo sirve para disimular una crisis de fe, y para sugerir, al mismo tiempo, soluciones demasiado superficiales.

Pero, una vez más, con respecto a mi anterior pregunta, ¿cree que llegará el día en el que los sacerdotes puedan elegir libremente su vida de célibe o no célibe?

Ya le había entendido. Pero quería dejar muy claro que, según lo que cada sacerdote decide libremente antes de su ordenación, eso que algunos llaman celibato forzoso no existe. Sólo se puede ser admitido al sacerdocio voluntariamente. Y aquí cabe preguntarse «¿y qué relación tienen el sacerdocio y el celibato?», «decidirse por el celibato, ¿no es rebajar el sacerdocio?» Creo que antes de seguir adelante con este tema deberíamos remitirnos nuevamente a la Iglesia ortodoxa y a la evangélica. La cristiandad evangélica tiene un concepto muy diferente del ministerio. Para ellos, es una función, una misión de servicio, que procede de la propia comunidad, pero, sin el sentido de sacramento, no es sacerdocio en sentido estricto. Y en la Iglesia ortodoxa tienen, por un lado, la forma de plenitud sacerdotal, que son los monjes sacerdotes y son los únicos que pueden ser obispos. Y Por otro lado, los«Leutpriester» (sacerdotes o clérigos públicos), que si quieren pueden casarse, pero deberá ser antes de su ordenación y no podrán ejercer la cura de almas, solamente ocuparse de los servicios del culto. Ésta es otra concepción diferente del sacerdocio. Pero nosotros pensamos que cualquiera que desee ser sacerdote tiene que serlo de la misma forma que lo es un obispo, sin que existan esas diferencias.

Son costumbres en la vida de la Iglesia que, aunque estén muy bien cimentadas y fundamentadas, no hay por qué contemplarlas como totalmente absolutas. La Iglesia se cuestionará con toda seguridad muchas cosas, una y otra vez, como acaba de suceder en los dos últimos sínodos. pero, partiendo siempre de la historia de la cristiandad de occidente, y por todo lo que subyace en el fondo de esta cuestión, creo que la Iglesia no debe pensar que si se decidiera a solucionar esa «desadaptación» saldría ganando; saldría perjudicada con toda seguridad.

Entonces, se podría decir que no cree que algún día en la Iglesia católica haya sacerdotes casados.

Al menos en un tiempo previsible. Y, para ser enteramente sincero, le diré que, actualmente, ya hay sacerdotes casados que proceden de la Iglesia anglicana o de otras comunidades cristianas; son conversos que se han acercado a nosotros. Es decir, que en casos excepcionales es posible, pero claro está, son eso, casos excepcionales. Y creo que lo seguirán siendo también en el futuro.

¿Y no sería mejor que la Iglesia suprimiera el celibato, para evitar que hubiera tan pocos sacerdotes?

No creo que ese argumento sea muy acertado. La cuestión del número de vocaciones al sacerdocio abarca muchos aspectos. Tiene bastante que ver, por ejemplo, con el número de hijos que hay actualmente. Si el promedio de natalidad ahora es de 1,5 hijos por matrimonio, lógicamente, la posibilidad de vocaciones sacerdotales que pueda haber es muy diferente a la que había en otros tiempos, cuando las familias acostumbraban a ser numerosas. Y, por otra parte, en las familias, ahora predominan otras expectativas. Tenemos la experiencia, por ejemplo, de que una de las dificultades más frecuentes e importantes que hay en la vocación sacerdotal son los propios padres. Ellos tienen otros planes distintos para sus hijos. Ese es el primer punto. Y un segundo punto es que el número de cristianos practicantes es mucho menor y, consecuentemente, el número de candidatos también se ha reducido notablemente. No obstante, en proporción al número de hijos y de cristianos que participan en la Iglesia, el número de vocaciones no se ha reducido tanto. Para ser exactos hay que tener en cuenta esa proporción. Por eso lo primero de todo sería preguntarse «¿hay creyentes?». Y, a continuación, «¿surgen de ahí vocaciones de sacerdotes?».

Gabriel Albiac y Benedicto XVI


Gabriel Albiac, un filósofo al que ni conocía, concede una entrevista por la que merece ser conocido. ¿Por qué? Porque a propósito de Benedicto XVI, da una talla de honestidad intelectual admirable. Aquí está la entrevista, sacada de Páginas Digital. Vale la pena:

sábado, 15 de mayo de 2010

Carta abierta de George Weigel a Hans Küng

he traducido esta carta de george weigel, donde da cuenta, aún someramente, de las barbaridades de Küng. Según he leído en otros blogs, Weigel (carta original aquí) se equivoca al decir que Ratzinger participó en el concilio. Dicen por ahí que era tan solo experto teólogo, una especie de consultante, según me pareció entender.

Estimado Sr. Kung,

Hace un decenio y medio, uno de sus colegas -uno de los más jóvenes teólogos progresistas del Vaticano II- me contaba cómo os había amablemente dedicado una advertencia al comienzo de la segunda sesión del concilio. Éste distinguido estudioso de la biblia y promotor de la reconciliación entre judíos y cristianos recordaba que, en aquellos difíciles días, acostumbraba usted conducir por los alrededores de Roma un Mercedes rojo candente descapotable, al que su amigo suponía ser un fruto del éxito que había tenido su libro "El concilio: reforma y reunión"
Tales alardes con el coche alarmaron a su colega, pareciéndole un imprudente e innecesario auto-bombo, teniendo en cuenta que algunas de sus más arrojadas opiniones, así como su talento para lo que después sería conocido como frasecitas oportunas, estaban ya haciendo levantar las cejas y las furias en la Curia romana. Por ello, así es como a mí me contaron la historia, su amigo un día le llamó aparte y le dijo a usted, utilizando un término francés que ambos entendisteis: "hans, te estás convirtiendo en demasiado evident"
Siendo el hombre que él sólo inventó un nuevo tipo de personalidad mediática mundial -el de teólogo disidente como estrella internacional- doy por supuesto que el aviso de su amigo no le alteró demasiado. En 1963 ya estaba usted decidido a crear un singular y personal camino, y ya conocía lo suficiente de los medios para saber que una prensa obsesionada con historias del tipo man-bites-dog (un hombre muerde a un perro) de un sacerdote-teólogo disidente le daría a usted un megáfono con el que expresar sus puntos de vista. Imagino que se encontraría decepcionado con el difunto Juan Pablo II quien, para desmantelar este escenario, anuló su mandato eclesiástico para enseñar como profesor de teología católica; como consecuencia, ásperamente denigró usted la supuesta inferioridad intelectual de Karol Wojtyla, en un volumen de sus memorias que, hasta hace poco, representaba el nivel más bajo de una polémica carrera en la que usted ha llegado a ser demasiado evident como persona poco capaz de conceder inteligencia, decencia o buena voluntad a sus adversarios.
Y digo hasta hace poco porque su carta abierta del 16 de abril a los obispos del mundo, que primero he leído en el Irish Times, crea un nuevo modelo para esta forma de odio particular conocida como el odium theologicum y por una condena malvada a un antiguo amigo que, tras su ascensión al papado, fue generoso con usted, al mismo tiempo que le animaba en algunos aspectos de su trabajo actual.
Antes de pasar al ataque contra la integridad del Papa Benedicto XVI permítame, sin embargo, observar que su artículo pone en penosa evidencia la falta de atención con la que ha seguido usted las cuestiones sobre las que se pronuncia con aire de infalible seguridad y que habría hecho enrojecer las mejillas de Pío IX.
Parece usted alegremente indiferente al caos doctrinal que afecta a una gran parte del protestantismo europeo y norteamericano, lo cual ha generado unas circunstancias en las que un serio diálogo ecuménico y teológico está gravemente amenazado.
Toma usted como cosa segura los ataques más rabiosos contra Pío XII, claramente ignorante de que recientes investigaciones han desplazado el acento hacia el coraje que Pío XII tuvo en la defensa de los judíos europeos (sin que eso afecte a lo que uno pueda pensar sobre su ejercicio de la prudencia)
Tergiversa usted los efectos del discurso del 2006 de Benedicto XVI en Ratisbona, que desestima como caricatura del Islam. De hecho, el Discurso de Ratisbona reenfocó el diálogo Católico-islámico en dos de los temás en los que esta conversación necesita urgentemente engranarse: libertad religiosa como fundamental derecho humano que puede ser conocido por la razón, y la separación de las autoridades política y religiosa en los estados del siglo XXI.
No parece usted comprender lo que realmente puede frenar el VIH/SIDA en África, y alude usted al manido mito de la superpoblación en un momento en que las tasas de fertilidad están cayendo por todo el globo y Europa está entrando en un invierno demográfico creado a propia conciencia.
Parece que usted olvida la prueba científica subyacente en la defensa de la Iglesia al estatus moral del embrión humano, al mismo tiempo que la acusa, falsamente, de oponerse a la investigación con las células madre.
¿Cómo puede usted desconocer estas cosas? Obviamente, usted es un hombre inteligente; en una ocasión hizo un innovador trabajo en teología ecuménica. ¿Qué le ha pasado?
Tal vez lo que ha pasado es que usted se ha perdido la discusión sobre el correcto sentido y hermenéutica del Concilio Vaticano II. Así se explica por qué continúa usted, sin descanso desde hace 50 años, su cruzada hacia un catolicismo liberal protestante, justamente en el momento en el que el proyecto liberal protestante está en pleno colapso por su incoherencia teológica inherente. Y es por eso por lo que se ha metido usted en una campaña viciosa de difamación contra un antiguo colega del Vaticano II, Joseph Ratzinger. Antes de entrar en este tema, permítame continuar, brevemente, con lo de la hermenéutica del concilio.
Bien que usted no sea el exponente teológicamente más logrado de lo que Benedicto XVI denominó la hermenéutica de ruptura en sus navidades del 2005 dirigiéndose a la Curia romana, es usted, sin lugar a dudas, el miembro internacionalmente más visible de un envejecido grupo que continua insistiendo en que el período 1962-1965 marca una etapa decisiva en la historia de la Iglesia Católica: el momento de un nuevo comienzo, en el que la Tradición sería destronada del lugar que había tomado como primera fuente de la reflexión teológica, para ser reemplazada por un Cristianismo que incesantemente deja al "mundo" preparar la agenda de la Iglesia (utilizando el moto que el concilio mundial de las Iglesias utilizó)
La lucha entre esta interpretación del concilio y la defendida por los padres conciliares como Ratzinger y Henri de Lubac dividieron el mundo teológico católico post-conciliar en dos facciones en discordia con dos revistas enfrentadas: Concilium¸ para usted y sus colegas progresistas, Communio para aquellos que usted continuaba a denominar como reaccionarios. Que el proyecto defendido por Concilium haya llegado a ser cada vez más improbable a lo largo del tiempo y que la joven generación de teólogos, especialmente en Norteamérica, gravitara hacia la órbita del Communio no ha debido de ser una experiencia agradable para usted.Y que el proyecto Communio haya orientado de forma decisiva los debates del Sínodo extraordinario de obispos de 1985, convocado por Juan Pablo II para celebrar los logros del Vaticano II y evaluar su completa puesta en obra en el vigésimo aniversario, debe de haber sido otro golpe.
Sin embargo, me aventuro a suponer que el hierro entró realmente en su alma cuando, el 22 de Diciembre del 2005, el recién elegido Papa Benedicto XVI –el hombre al que en una ocasión apoyó para conseguir la plaza de la facultad teológica de Tübingen- se dirigió a la Curia Romana y sugirió que la discusión se había terminado y que “la hermenéutica conciliar de la reforma”, que suponía la continuidad con la Gran Tradición de la Iglesia, había prevalecido sobre la “hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura”.
Tal vez, mientras bebía usted una cerveza junto a Benedicto XVI en Castel Gandolfo en el verano del 2005, imaginó que, de alguna forma, Ratzinger había cambiado de opinión en una cuestión tan importante. Obviamente, no lo había hecho. Me deja perplejo que pudiera usted siquiera imaginar que él podía aceptar su punto de vista sobre lo que supondría “un renovamiento continuo de la Iglesia”. Pero su análisis de la situación católica contemporánea llega a ser poco más plausible cuando se lee, más adelante en su reciente artículo de opinión, que los últimos papas han sido autócratas en relación a los obispos; de nuevo, uno se pregunta si ha prestado usted suficiente atención. Pues parece de por sí evidente que Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI han sido dolorosamente reticentes –algunos dirían que desafortunadamente reticentes- para disciplinar a obispos que se han mostrado incompetentes y dañinos y que, debido a ello, han perdido su capacidad para enseñar y liderar: una situación que muchos de nosotros esperamos que cambie, y que cambie pronto, a la luz de las últimas polémicas.
De alguna manera, por supuesto, ninguna de sus quejas sobre la vida católica post-conciliar es nueva. Sin embargo, para alguien que en verdad se preocupa por el futuro de la Iglesia Católica como testigo de la verdad de Dios para la salvación del mundo, insistir en el discurso con el que nos urge parece ser cada vez más contradictorio: que un Catolicismo creíble habrá de surcar el mismo camino ya pisado en recientes décadas por distintas sectas protestas y que, conscientes o no de ello, han seguido una u otra versión de sus consejos para adoptar una hermenéutica de ruptura con la Gran Tradición Cristiana. De todas formas, esa es la idea fija que ha adoptado usted desde la época en la que uno de sus colegas se preocupaba de que se estuviera usted convirtiendo en demasiado evident; y como ese ser evident le ha mantenido, al menos en las páginas de opinión de los periódicos que comparten su lectura de la tradición Católica, supongo que es mucho suponer que vaya usted a cambiar, o siquiera modificar, sus puntos de vista, incluso si hasta las más nimias evidencias empíricas de las que se dispone sugieren que el camino que usted propone es el del olvido para las iglesias.
Lo que sí podría esperarse, sin embargo, es que usted se comportara con un mínimo de integridad y decencia elemental en las controversias en las que se mete. Entiendo tan bien como cualquiera el odium theologicum, pero, con total franqueza, debo decirle que en su último artículo ha cruzado usted una línea que no debía de haber cruzado al escribir lo siguiente:
No puede silenciarse que el sistema de ocultamiento puesto en vigor en todo el mundo ante los delitos sexuales de los clérigos fue dirigido por la Congregación para la Fe romana del cardenal Ratzinger (1981-2005)
Esto, señor, no es verdad. Me niego a creer que usted sabía que esto era falso y que, aún así, lo escribió, porque eso supondría que se ha usted condenado conscientemente como un mentiroso. Pero al asumir que usted no sabía que esta frase estaba tejida de mentiras, aparece usted como un ignorante tan manifiesto sobre cómo son asignadas las competencias en los casos de abuso sexual en la Curia Romana, antes de que Ratzinger tomara el control del proceso y lo pusiera bajo la competencia del CDF en el 2001, que pierde usted toda posibilidad de ser tomado en serio sobre este o sobre cualquier otro asunto que concierna a la Curia romana y al gobierno central de la Iglesia Católica.
Tal vez usted no lo sepa, pero he sido un vigoroso crítico, y espero que responsable, de la forma en que los casos de abuso sexual eran (mal)llevados por los obispos individuales y por las autoridades de la Curia antes de finales de los noventa, cuando el entonces Cardenal Ratzinger comenzó a luchar por un cambio mayor en el tratamiento de los casos (si está usted interesado, consulte mi libro del 2002, El coraje de ser católico. Crisis, reforma y futuro de la Iglesia)
Por ello, hablo con cierto conocimiento de causa, desde el que me apoyo cuando digo que la descripción que hace usted sobre el papel de Ratzinger, tal y como está más arriba citado, no solo es ridícula para cualquiera familiarizado con esta historia, sino que está desmentido por la experiencia de los obispos americanos que, sistemáticamente, han encontrado en Ratzinger a alguien cuidadoso, dispuesto a ayudar y profundamente preocupado por la corrupción del sacerdocio debida a una pequeña minoría de abusadores, al mismo tiempo que afligido por la incompetencia o mala conducta de obispos que tomaron las promesas de la psicoterapia mucho más en serio de lo que ésta merecía, o carecieron del coraje moral necesario para enfrentarse a lo que tenía que ser enfrentado.
Reconozco que los autores no escriben los epígrafes, en ocasiones horrorosos, que son colocados en la sección de opinión. Aún así, firmó usted una pieza tan ácida –de por sí indigna de un antiguo sacerdote, de un intelectual o de un caballero- que permitió a los editores del Irish Times resumir así su artículo: el Papa Benedicto ha empeorado la situación en todo lo que no marcha en la Iglesia Católica, y él es directamente responsable de haber organizado a nivel mundial el ocultamiento de las violaciones a menores cometidas por los sacerdotes, según esta carta abierta a todos los obispos Católicos”. Esta grotesca falsificación de la verdad tal vez pueda demostrar hasta dónde puede el odium theologicum conducir a una persona. Pero eso no la hace menos vergonzosa.
Permítame sugerirle que le debe usted una disculpa al Papa Benedicto XVI por lo que –hablando objetivamente- es una calumnia que ruego haya sido cometida en parte por ignorancia (si no por la ignorancia culpable). Le aseguro que estoy a favor de una profunda reforma de la Curia Romana y del episcopado, y de tales proyectos doy cuenta con más detalle en God’s Choice: Pope Benedict XVI and the Future of the Catholic Church, libro del que me placería enviarle una copia en alemán. Pero no puede haber una auténtica reforma en la Iglesia si no se pasa antes por el escarpado y estrecho valle de la verdad. La verdad ha sido masacrada en su artículo del Irish Times. Eso significa que ha hecho usted retroceder la causa de la reforma.
Con la garantía de mis oraciones,
George Weigel